William Shakespeare ya expresaba en Hamlet: "la Justicia es uno de esos males de los que el hombre sólo puede librarse mediante el suicidio".
Tampoco es cuestión de emular las trágicos episodios del citado escritor, pero compartiréis conmigo que la lentitud que lastra la actual Justicia, ocasiona desesperación y angustia a cualquiera con algo de sangre en las venas. En el caso de que realmente seamos conscientes de nuestra culpabilidad y asumamos la autoría los hechos cometidos, esta lentitud puede incluso beneficiarnos en cierto modo. Pero ahora pensad fríamente, que hayamos sido detenidos y acusados de algo de cierta entidad, pasar por un Calvario "que ni Jesucristo" hubiera deseado para nadie, para finalmente ser absuelto con la venia de los miembros del Tribunal de turno.

Traduciendo esta situación a un lenguaje matemático, esta sería una regla de tres simple inversa: cuanto mayor sea el tiempo necesario para la resolución de un asunto legal grave, menores serán las posibilidades reales de normalización de la situación tanto personal, como familiar y social, de cualquiera de las personas que se ven inmersas en una causa judicial.
He entrecomillado el título de este post, pues no ha sido fruto de mi ingeniosa imaginación, sino el lema empleado por miles de juristas de nuestro país para hacernos partícipes al resto de la sociedad del grave problema que atraviesa la administración de Justicia, donde se van amontonando millones y millones de legajos y futuras fechas de juicios, allá por el 2020, o vete tú a saber...

Sin irnos muy lejos, aquí mismo, una parte del Equipo de Gobierno del Ayuntamiento de El Ejido nos honró durante unos meses con su estancia en nuestras instalaciones penitenciarias allá por el 2009 después de dejarles a los vecinos de esta localidad un púa millonarisisísima. Sean culpables o inocentes de los cargos, las cifras de folios, abogados, testigos, archivos, son mareantes. Para este tipo de tramas tan complejas, puede que esta tardanza sea incluso normal, algo que tampoco me parece lógico. Creo incluso, que algunos de los imputados ya no tendrán que rendir cuenta alguna, al menos en este mundo...
En otro orden de cosas, estamos encontrándonos casos de usuarios/as con delitos muy esporádicos, cometidos en momentos de asfixia económica o mediatizados por un consumo de tóxicos desaforado, a los que tras una primera detención o prisión preventiva, y su posterior puesta en libertad, les seguirá esta larga espera judicial, con un sinfín de citaciones, pruebas, resoluciones, aplazamientos, sentencias y recursos, seguidas de nuevas sentencias y nuevos recursos, o rizando el rizo, que lleguen a encontrarse en búsqueda y captura, por desconocimiento de su ya, formalizada condena.
Este tipo de situaciones, que ya os advierto que no son tan ocasionales, pueden llevar aparejadas, el que durante este tiempo, la persona en cuestión, haya logrado superar los obstáculos tanto económicos como de dependencia, normalizado su vida familiar y/o de pareja, tenido descendencia, logrado un puesto de trabajo, en fin, haber logrado su plena reinserción en la sociedad, a la que ahora el Equipo de Tratamiento tiene que intentar re-reinsertar nuevamente.
Ahí estamos, como no, tanto desde dentro como fuera, el sistema público de Servicios Sociales para intentar enmendar la plana, tanto directa como indirectamente, estaréis conmigo ¿No?
Existen ya algunas sentencias (os paso esta del TC) otorgando amparo hacia situaciones de vulneración del derecho a tener un proceso judicial sin dilaciones indebidas, expresando de manera clara que, aunque existan deficiencias en la estructura u organización y una enorme carga de trabajo en el Juzgado, no queda legitimado para tal retraso. Será el Estado quién debe proveer la dotación y los medios necesarios para un correcto desarrollo de sus funciones.
Y hablando de Estado, primeramente tasas, haciendo de la Justicia una autopista con peajes, ahora parece que no (al menos para las personas físicas). Y a todo esto... ¿Donde demonios han ido a parar las dichosas tasas?
Chao ;)
Hola José Manuel,
ResponderEliminaresto me recuerda una anécdota muy antigua. Cuando tenía 14 años estaba en catequesis y me llamaron a casa unos chavales de la parroquia mayores que yo para que bajase a firmar porque iban a presentar las firmas para que otro de la parroquia no fuese a la cárcel. El caso fue como explicas, un chico que en su día consumió drogas, cometió algún delito, después lo dejó, y a toro pasado le salía la sentencia, cuando ya tenía pareja y una vida mucho más ordenada.
La lentitud de la justicia hace que no la podamos llamar justicia.
Un abrazo :)
A otros/as sin embargo les viene genial que sus asuntos descansen en el limbo, llamémosle judicial. Creo sinceramente que tenemos un excelente sistema judicial en España, peeeero! La retahíla mejor para otro día, que me canso, jejeje...
EliminarUn saludo, feliz mayo ;)